Por: Camilo Ramírez, Director Ejecutivo de Sistema B en Colombia
Vivimos un cambio de paradigma sin precedentes. El impacto irreversible de la crisis climática, las tasas alarmantes de desigualdad y pobreza, la crisis de confianza que atraviesan gobiernos e instituciones, pero sobre todo una generación dispuesta a cuestionar y a impulsar transformaciones estructurales, hacen que hoy el cambio de paradigma no solo sea necesario, sino imparable.
En diferentes escenarios, las empresas han sido vistas solo como un motor de desarrollo industrial, como un generador de empleo o un motivador del consumo. Hemos medido su éxito únicamente a través de sus rendimientos financieros; obviando muchas veces la cantidad abismal de desperdicios que producen, el impacto nefasto que algunas tienen sobre los ecosistemas o las múltiples formas en las que atentan contra la dignidad y los Derechos Humanos. Pero, sobre todo, hemos obviado el enorme potencial que tienen como agentes de cambio. Dos tercios del PIB global son producidos por empresas con ánimo de lucro; sin embargo, hemos relegado la solución de los grandes desafíos sociales y ambientales de nuestra época, al tercio restante: Fundaciones y Gobiernos.
Hoy, no obstante, de forma cada vez más frecuente, las empresas cuestionan su rol en la sociedad y los consumidores cuestionan la relación que tienen con el planeta, demandando prácticas más conscientes y transparentes. Consumir ya no es, de ninguna forma, algo que pueda hacerse de manera impulsiva y desmedida. Consumir se ha convertido en una forma de replantear nuestro lugar en el mundo, de escribir una historia diferente de nosotros como sociedad y, sobre todo, de comprometerse con un futuro en el que la sostenibilidad, la dignidad y la justicia sean parte de la ecuación.
Aunque esta transformación viene gestándose desde hace varios años, la pandemia hizo evidente el sentido de urgencia del mismo: un planeta paralizado y recalentado exige soluciones urgentes gestadas desde la empatía, la colaboración y una definición de éxito empresarial más amplia que incluya el bienestar social, el impacto ambiental y el beneficio económico. Como parte de este esfuerzo colectivo, Sistema B busca redefinir el sentido del éxito en los negocios e impulsar una economía basada en la sostenibilidad, la regeneración y la disminución de la desigualdad, a través de la medición y la gestión del impacto empresarial y el fortalecimiento de una red de líderes globales. El movimiento B, del que hacen parte académicos, inversionistas, consumidores, líderes de opinión y empresas, impulsa a nivel global un sistema económico diferente que beneficie a las personas y al planeta.
Hoy, en el mundo, hay alrededor de 4.000 empresas B certificadas de las cuales 70 están en Colombia. Marcas como Alquería, Juan Valdez, Crepes & Waffles, Arroz Blanquita, Servióptica o Caravela Coffee están mostrando cómo, a través de sus modelos de negocio, es posible dar respuesta a los grandes desafíos sociales y ambientales de nuestra época (Haz clic aquí para ver la Radiografía de las Empresas B en Colombia).
La interdependencia es uno de los valores esenciales de las Empresas B, es por esto que se han articulado alrededor de iniciativas que ponen en práctica el mensaje de medir el éxito más allá de lo financiero. Ejemplo de esto es el fortalecimiento, tanto de emprendimientos rurales de ex-combatientes, al igual que iniciativas de negocio de víctimas del conflicto armado o población migrante venezolana, todo apoyado por cooperación internacional decidida por soluciones desde el sector privado. Estas empresas están demostrando que una nueva forma de capitalismo es posible. No quieren ser solo las mejores del mundo, sino para el mundo.
Invitamos a los empresarios a ser parte del cambio de paradigma. Este camino puede ser retador y confuso; no obstante, desde Sistema B invitamos a tomar los dos primeros pasos: en primera instancia, desde lo público, pueden adoptar la figura BIC (Beneficio e Interés Colectivo) lo cual es un primer paso en el camino de la sostenibilidad y consiste en incluir dentro de su modelo de negocio, un impacto social y/o ambiental además de reportarlo anualmente; Segundo, las empresas pueden completar la Evaluación B -una herramienta de gestión y medición sin costo en línea- que le permite a cualquier empresa tener un panorama general de su impacto en cinco áreas: gobernanza, medio ambiente, comunidades, clientes y proveedores, además de entender su impacto sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos dos pasos permiten reconocer públicamente el compromiso con un propósito mayor, a la vez que permite identificar áreas en donde se pueden ejercer acciones de mejora para lograrlo.
Por otro lado, para las empresas que quieren medir su impacto de manera más robusta y tener un acompañamiento más cercano, así como crear una estrategia de mejora a largo plazo, hemos creado desde Sistema B los Programas “Mide lo que importa” y “Camino +B”. A través de estos, se hace una medición de toda su cadena de valor y se identifican acciones que les permita iniciar la transformación de su filosofía organizacional.
Así es como las empresas se proponen ser agentes activos en la construcción de una nueva economía, y aunque no son perfectas, se proponen iniciar un camino de mejora continua que las lleva a estar cada vez más conscientes del impacto que generan en nuestra sociedad y el poder que tienen para transformar nuestras viejas estructuras.